“creo que es un mal mucho mayor intentar condenar a muerte a un hombre injustamente”
Apología de Sócrates, Platón
“Habiendo levantado pues la vista, vi al maestro de los que saben,
sentado entre su filosófica familia”
Divina comedia, Inferno. Dante Alighieri
Por Comunidad Crítica Universitaria y Outis Polifemo
La palabra idiota proviene del griego ἰδιώτης idiotez y no tenía el sentido de insulto general que tiene en nuestro tiempo, sino que era aplicada para referirse a un tipo específico de habitante de las polis (ciudades) griegas en la época antigua. El idiota era aquel que, siendo parte de la comunidad política entendida como los ciudadanos organizados a través de una identidad cultural común comprendida por la lengua, la religión y las costumbres, estaba enajenado de ella.
Idiotes se usaba para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos sino solo de sus intereses privados, tenía un significado eminentemente político, y se le aplicaba a aquel ser despolitizado que contravenía la noción de naturaleza humana que Aristóteles daría a la humanidad y que ha durado hasta nuestros días: el zoon politikón (animal político).
En la Grecia Antigua el contexto que produjo a los fundadores de la filosofía, estaba enmarcado en una rigurosa educación llamada paideia, una formación y pedagogía que infundía el papel del individuo en la esfera pública y que impulsaba las virtudes del servicio público. Aquello que formó la unidad política de Atenas y de otras polis griegas no fue simplemente su territorio o la supervivencia sino una identidad fundada por la historia y la cultura que provenían de la aplicación de hábitos políticos para establecer sus costumbres y así llegar a la virtud. Tanto padres de familia como los ciudadanos reunidos en las asambleas que fundaron la democracia en Atenas, tenían una forma específica de identificar el bien individual con el de la comunidad, Platón en la República habla así de la educación de los guardianes encaminada al bien común y de igual forma Aristóteles en la Ética Nicomaquea menciona que:
“aunque sea el mismo el bien del individuo y el de la ciudad, es evidente que es mucho más grande y más perfecto alcanzar y salvaguardar el de la ciudad; porque procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es más hermoso y divino conseguirlo para un pueblo y para ciudades”.
Los atenienses consideraban patológico colocar su vida individual sobre la vida pública y sus obligaciones en la polis. Tenían una vida privada para gozar de placeres íntimos, pero para ellos cualquier animal podía hacer eso y no por ello ser libre. La libertad del ser humano devenido en animal político, surge y progresa en la esfera pública. Aquellos ciudadanos antiguos de hace 2500 años le heredaron a la humanidad el concepto y la costumbre política más importante después de la democracia, esto es, la integración de uno mismo en su comunidad como vía para que exista la libertad, porque solo siendo parte del debate público y las decisiones políticas un ciudadano podría llegar a ser libre.
Lo anterior, por más que haya sido un modus vivendi muy avanzado en la época antigua, y aunque a más de dos milenios de distancia sigue siendo reconocido y prestigioso, es difícil de asimilar para los ciudadanos de las democracias liberales ¿pero por qué?
Debemos responder esta pregunta atendiendo al contexto que ha formado la costumbre o modus vivendi del ciudadano promedio de la sociedad liberal, específicamente mexicana. La despolitización, la deshumanización y la animalización han sido la el fin del liberalismo para crear un tipo de ciudadano y de ser humano concreto, egoísta, individualista, con propensión al consumo exacerbado y en muchos casos obsceno, así como insolidario y apático con la mínima capacidad de compasión hacia otros seres vivos.
En este punto se debe hacer una aclaración, no podemos referirnos a toda la sociedad mexicana como presa de esta enajenación política, porque eso significaría invisibilizar las luchas y resistencias de sectores de la población que aún se organizan por el modelo de democracia directa en asamblea, me refiero a las comunidades indígenas en resistencia, o a los y las colectivas que hacen frente a diferentes problemas que aquejan sus comunidades, estudiantes organizados que luchan dentro y fuera de sus centros de estudio, movimientos obreros y todo tipo de organizaciones que se encuentran en constante defensa de sus derechos, de los recursos naturales y de sus territorios.
A parte de estos grupos y colectividades, la gran mayoría de la población mexicana se encuentra en un estado apolítico, sin embargo, no podemos adjudicar esta apatía a una decisión individual y voluntaria, debemos analizar cuál es el motor de esta costumbre implantada sobre la sociedad. Como dijimos anteriormente, el adjetivo político fue vinculado al ser humano y definido por Aristóteles como animal político capaz de razón, con esta definición comenzaron a formularse teorías de la naturaleza humana que la ubicaron en diferentes sitios dentro la tradición liberal de la ilustración, como un ser malvado por naturaleza, bueno por naturaleza o individualista y egoísta por naturaleza. Por ello es viable hablar de diferentes tipos de naturaleza humana, de diferentes modus vivendi y de diferentes usos y costumbres. Los seres humanos no nacen buenos, malos, egoístas o individualistas; los seres humanos adquirimos creencias, nombres, religiones, educación, valores, y además nos construimos o destruimos con la actividad laboral que realizamos para sobrevivir según su formato y aplicación. Así vamos siendo formados en un horizonte de sentido que nos va definiendo de manera transversal.
Explicado lo anterior, podemos afirmar los siguiente: una sociedad que no tiene una conciencia clara de la realidad y que no tiene herramientas para distinguir entre la manipulación y la verdad de las cosas, que es enajenada cada momento de su vida tanto en el trabajo, en la escuela, en sus centros de entretenimiento o en la calle, es una sociedad a la cual le son ejercidos diferentes tipos de violencias por medio de poderes de los cuales no es consciente de que actúen sobre ella y que lo que cree querer no es producto de su voluntad sino de una coerción constante que trabaja sobre su cuerpo y sobre su mente en cada momento y aspecto de su vida. Y por lo anterior, al no tener una conciencia clara de la realidad, lo más adecuado sería dotarla de herramientas que le sirvan para develar esa realidad y lograr una mayoría de edad consciente con capacidad crítica para que además de discernir los problemas y las situaciones que se le presentan en la vida privada y pública, pueda transformar esa realidad que lo reprime.
Lo anterior sería el deber ser de una sociedad dotada de los valores que propugnan la libertad de pensamiento, de conciencia y de creencias, pero al contrario, el régimen neoliberal ejerce el poder más sofisticado de todos: aquel por el cual el súbdito quiere “voluntariamente” lo que quiere el soberano. O, como diría Kant: “la libertad del ciudadano como la capacidad de no obedecer a ninguna otra ley más que a aquella a la que ha dado su consentimiento. O como Tena Ramírez afirma que el “acto de emitir la Constitución significa para el pueblo que la emite un acto de autodeterminación plena y auténtica”. Lo anterior, funcionaría solo idealmente pero si no existe un análisis de dicha voluntad, si no pasa un examen reflexivo riguroso, en el que se cuestione por qué queremos lo que queremos y hacemos lo que hacemos no pasa de ser eso, ideología. Para que el deber ser de la comunidad política no se quede en meros buenos deseos es necesaria la filosofía, para que aquellos juicios apriorísticos kantianos puedan tomar vida en la sociedad. Pero también, anterior a esto, analizar nuestras leyes y el proceso de decisión, así como la base en que se funda la escala de valores que engendra tales decisiones de nuestra “voluntad”.
El poder como administrador de la vida de las personas ya no es negativo como el poder soberano de la fuerza, la espada y la muerte, ya no censura sino que ahora produce realidad porque afirma una personalidad impuesta más que negarla, y a diferencia del poder soberano y el jurídico, no opera por coerción física directa y violenta. Aquí nos referimos al poder disciplinario y el biopoder, los cuales penetran en el cuerpo individual y en el cuerpo de las poblaciones, sociedades y estados, generando grados de automatización y costumbres, ya que apuestan más a los reflejos que a las reflexiones , lo que pretenden no es formar un sujeto respetuoso de la ley sino un sujeto obediente. Estos tipos de poder se mimetizan en la forma cotidiana de la norma, se apoderan del cuerpo y lo inscriben en una red de significado, volviéndose sentido de todo porque incrementan su eficacia al hacerse pasar por lo cotidiano que opera como normalidad a través de la costumbre; es decir, se vuelven más eficientes y estables que el poder coercitivo, ya que no son fáciles de detectar por ser impersonales, no necesitan manifestarse, son vistos como algo obvio o natural.
Todo este análisis es necesario para explicar por qué México cada año igual que muchos otros países, se encamina a ser una nación de idiotas. La democracia liberal lo es en tanto que tienen un ideario liberal y un proceso capitalista que genera realidad por medio de las leyes que operan sobre los sujetos, volviéndolos homo economicus a través de la costumbre, en lugar de sujetos políticos genera seres enajenados, insolidarios, miedosos incapaces de decir NO.
Lo hace por medio del trabajo en la fábrica que más bien es explotación laboral, lo hace por medio de la escuela en la que todo está encaminado a generar masa obrera calificada, para mantener la situación de normalidad y poder gobernar, el capitalismo y el sistema gubernamental necesitan la homogeneidad de toda la población por medio de su cosificación para establecer dicha situación de normalidad en qué la ley es posible de ser aplicada.
El gobierno de los humanos va de la mano del sistema económico, necesita la homogeneidad de toda la población, disolver las diferencias sustanciales para transformarla en un cuerpo atómico homogéneo con un modus vivendi general. Para esto debe evitar todo posible origen de cuestionamientos y dudas acerca del sistema político, económico, educativo y de la costumbre hegemónica. La cosificación en una sociedad mercantilizada hace que las relaciones entre personas aparezcan disfrazadas como si fueran relaciones entre cosas, es decir, la cosificación no se refiere solo al mundo de las mercancías, sino que abarca también a los objetos, a la conciencia, abarca el mundo objetivo y subjetivo, el de la cultura.
Las relaciones entre los humanos aparecen como relaciones entre cosas porque en realidad las leyes del capitalismo encuentran su otra cara en la cosificación de la cultura, incluyendo el mundo de las ideas, del derecho, de la política. En el plano de la educación deben de ser implementados los valores neoliberales por medio de la cosificación entendida como la forma racional que adquiere la sociedad capitalista en todas sus dimensiones y no solamente en la del mercado, la vida en el capitalismo ya no se experimenta como una totalidad orgánica sino como un mundo fragmentado y sinsentido, un mundo mecanizado, impersonal, dominado por una racionalidad orientada a fines basada en la calculabilidad, que se hace inmune a todo control humano y cosifica todos los ámbitos de la acción humana.
Si los individuos se objetivan pierden sus vínculos con el mundo de la vida, se comportan de acuerdo con los imperativos de una racionalidad orientada a la eficiencia, al éxito y al cálculo. El racionalismo moderno afirma que todas las cuestiones últimas, es decir, todas las preguntas de tipo metafísico, son irracionales y pretende eliminar esas cuestiones últimas a través de la racionalidad de la ciencia y técnica modernas. Racional en el sentido capitalista significa orientar la acción conforme a criterios que garanticen la precisión, la reducción del riesgo, el éxito, el control y la eficacia. Pero esta proyección deja intocado el problema de la irracionalidad que había pretendido resolver, es decir, por qué esa irracionalidad provoca una erosión del sentido último de la vida, que obliga a los individuos a tomar decisiones sin un contenido ético, es decir sin una conciencia reflexiva y sin referencia a la totalidad.
La eliminación de la filosofía, la lógica y la ética y la devaluación de las humanidades en la Reforma al Marco Curricular Común de la Educación Media Superior en México es simplemente el proceso de mercantilización y cosificación que la fuerza del neoliberalismo lleva imponiendo desde hace décadas en los modelos educativos alrededor del mundo, en el caso de México, para la implantación de una homogeneidad normalizadora de por ejemplo, la explotación laboral, la violencia económica, la meritocracia y romantización de la pobreza el exterminio cultural de los pueblos originarios y de cualquier sector disidente de la población para no tener tropiezos ni contratiempos en el modelo de producción capitalista. La imposibilidad de detenernos a reflexionar y cuestionar está siendo cercenada velozmente, la educación en México como dispositivo disciplinario solo sigue el plan mundial de la producción capitalista, esto es, generar cuerpos dóciles, sumisos y callados que no se nieguen a la explotación y exterminio de sus fuerzas vitales, su cultura y su autonomía.
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